En una sociedad en donde el fútbol se vive intensamente, con pasión y exitismo, hay pequeños y grandes gestos que enaltecen a hinchas que silenciosamente y sin pedir nada a cambio realizan solo por amor a los colores. Pintar la Lerma no fue una acción más de un grupo de personas, fue una trabajo de hinchas que por amor al Santo realizaron sin razones más que la de demostrar que el Fray Honorato Pistoia es la casa de todos los antonianos.
La nota triste la dieron los que nunca vieron en este trabajo un gesto de grandeza y nunca se acercaron para agradecer, para ofrecer una bebida o un sándwich. En días en los que se habla de la venta de la Lerma, una noticia que entristece a la familia antoniana, este grupo de “locos” trabajó sin importar lo que digan.
No esperemos ver una maquina tratando de demoler una pared o una tribuna, como socios e hinchas (los verdaderos dueños del Fray Honorato Pistoia) hay que empezar a demostrar el disconformismo con un hecho del que no sabemos quienes se benefician, pero si quienes saldrán perjudicados, los ANTONIANOS DE LEY.
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