Sebastian Rodriguez (foto), integrante de los Santos de Córdoba quiso compartir con todos los Antonianos estas magicas palabras, llenas de pasión y emociones... sus forma de vivir ser hincha de Juventud a la distancia..
Recuerdo aquella tarde-noche de un frio mes de junio como si fuese ayer. Después de un sufrido partido versus Racing de Córdoba, partí a tomar el colectivo que me retornaría al mágico mundo conocido como Nueva Córdoba. Solo, casi desabrigado, con bronca y hambre, esperé en aquella parada algún colectivo de la línea C; al lado mío, un grupo de jóvenes, tal vez con los mismos sentimientos que yo, pero de seguro con la misma pasión que nos une de por vida. Y ya, puesto en marcha el viaje, las típicas anécdotas del partido: “que culiado el Riaño ese, como nos clavó”; “defendimos mal atrás, Campi estuvo seguro pero el resto de la defensa no”;” que grande Cesar Gonzales, el único que pone huevos”…entre charla y charla, me moría por meterme y tirar también mi opinión; me sentí solo y sin poder compartir lo que sentía. De fondo, se escuchaba que una chica, con vos medio grave, hablaba sobre el partido y más que nada sobre los hinchas del equipo rival. Sorpresa para mí, una hincha del Santo, una estudiante más seguro…y yo que me moría por meterme en la conversación.
No pasó mucho tiempo y ya volvimos otra vez a Nueva Italia. Esta vez, era un partido muy decisivo, ya jugando por la clasificación, se tenía que ganar si o si para seguir en carrera. Pero algo me llamó mucho la atención: una bandera con una leyanda que hoy forma parte de mi vida “La distancia no existe…Santos de Cba”. Una sonrisa se me dibujó y, una vez más, me moría por formar parte de ese grupo. También estaba la chica del C4, con esa camiseta versión Kelme, de las campañas por la B Nacional. ¿El resultado? Un 2 a 1 memorable, otra vez, con el Beto Gonzales a la cabeza…partidazo…
Pasó así esa temporada, mi alocado viaje a Tandil, un “gracias” a los jugadores por la muy buena campaña, y las ganas de buscar revancha nuevamente. Una tarde, recibí un mail de un tal Ramiro, que me invitaba a unirme a los Santos de Córdoba; nunca supe cómo consiguió mi dirección de correo, pero en fin, las cosas pasan por algo y agradezco al destino que así haya sido. Mucha expectativa, ganas, entusiasmo; quería compartir en Córdoba mi gran pasión aunque sea con un puñado de gente, que sienta lo mismo, que comparta esa pasión…puñado de gente que se iría transformando en cantidad y, hasta el día de hoy, sigue creciendo.
Mi primera cita fue nada más ni nada menos que para ir a Villa María. Contra Alumni era la cuestión; una organización impecable para realizar el viaje, los trapos, el vino con fanta, el asado, la gente, el gol de Navarro, la vuelta con sabor a victoria. En ese lapso, conocí a gente muy agradable, piola como se diría, que hasta el día de hoy no tengo dudas que llevan al Santo en el lugar que corresponde: en el corazón. El carisma de un chico al que apodan Marrón, el Chino (joven) con su gracia, el otro Chino con su análisis exhaustivo del equipo, la simpleza y buena onda de Matias Daher, tipos que saben de fútbol si los hay, la molestia incomparable de la Ashe, la gracia y humor de Nacho, la cordialidad de Milton…en fin, un grupo de gente que iría creciendo no solamente en número sino también a nivel de amistad y compañerismo. Iría conociendo con el correr del tiempo a Pendejo con su introvertida personalidad, a Mono con su buena onda y otro grupo de chicos más que se fueron sumando a un grupo sin límite de participantes…
¡Pero como olvidarme del mejor viaje! Si, Río IV fue testigo de una grandeza que no tiene límites…si, Río IV, la coqueta ciudad de Córdoba, se rindió ante los pies de la Chancha Ermini…que mejor victoria, que mejor que un buen vino, que mejor que el sexo, que mejor que tantas cosas materiales, sino ver ganar al Santo en el último minuto de juego y dejando un silencio atroz en un estadio pintado de celeste…y que mejor regreso a casa, a pura fiesta, canto y vino, aunque el conductor de la trafic que nos llevó, se haya molestado, pero en fin, victoria y viaje que no se olvida más…
Si sos Santo de Córdoba, de este partido no te podes olvidar…el 1 a 0 contra Talleres…si sos Antoniano, ¿para qué querés que te cuente la historia, si ese día vibraste al compás del Tanque Arrigo? El asado previo, el vino, los trapos, cortar papelitos, las trafics saliendo al Chateau Carreras, un estadio colmado, la hinchada antoniana haciendose sentir…y el silencio rival; antes fue Río IV, ese día fue toda Córdoba, rendida ante los pies de mi querido Juventud Antoniana…y los Santos de Córdoba, festejando a lo loco, yo en un costado llorando abrazado con mi amigo Guille…si sos Antoniano, ¿para qué explicarte lo que es pasión si debes de tenerla ya en la sangre?
Si alguien me preguntara, ¿por qué sos tan fanático de ese club? Yo simplemente le diría: “No es club, es mi vida” Porque siempre lo fue, porque mi familia lleva esa sangre pura Antoniana, porque mis sensaciones encontradas giraron siempre en torno a Juventud. Parece tan lejano aquel día en que mi padre me invitaba a ir a la cancha por primera vez…parece tan lejano mi recuerdo de ese primer partido, sentado al lado de mi viejo, compartiendo una coca cola en el entretiempo y un chori a la salida. Y mi viejo…que decir del tipo que me enseñó lo que es el amor verdadero; de cuando en el 96 se fue a trabajar “gratis” al club, para hacer la tribuna de la San Luis y el túnel que supo ver salir a la cancha a grandes estrellas, de la talla del Chato Rosas, el Flaco Valdiviezo, Lucco, Mir, Pruyas (que Dios lo tenga en la gloria), entre tantos otros…que decir de un tipo que me enseñó lo que es la lealtad a los colores, la pasión por el fútbol, la grandeza de nuestro querido Juventud…grandeza que nos identifica, que nos llena de vida y de historia, que forma parte de nosotros y que se transmite en toda nuestra querida Salta la linda…Que nostalgias al recordar mi querida Lerma y San Luis…
Muchas cosas puedo decir, objetar, contradecir…solo agradezco haber encontrado a este grupo, que, como su leyenda en la bandera, le hace ojos ciegos a la distancia…Santos de Córdoba, un grupo de estudiantes, radicados para cumplir un sueño, no conoce de distancias en el amor…todo se puede, con esfuerzo, lealtad y predisposición…viajes, previas, trapos, todo sea por Juventud…costear un viaje, así todo un mes se tenga que comer fideos con salsa o arroz con salchichas, así se tenga que sacrificar algún gasto extra, algún gusto personal…porque para el amor, no hay barreras, no hay distancias…ese es el lema, ¡Santos de Córdoba!
Alentamos, cantamos, jodemos, disfrutamos, todo con pasión. No conocemos lo que es la palabra violencia. La pasión se lleva adentro, afuera, solo es una formalidad; hincha es el que va a la cancha y cumple con la rutina de cantar, putear, aplaudir; Antoniano es el que alienta hasta el final, sea cual sea el resultado; hincha es el que después del partido se olvida de lo que pasó y se dedica a otra cosa; Antoniano es el que después del partido, ya empieza a palpitar lo que viene, atendiendo a la realidad deportiva y dirigencial del equipo; hincha es el que está en las buenas y en algunas malas…Antoniano es el que se hace más fuerte en las malas, cuando el club más nos necesita…Muchos siguen diciendo “soy del Santo” y yo aún me pregunto si comprenden la dimensión de lo que dicen…
Mi sencillo homenaje a los Santos de Córdoba, ¡Salud! Y que sean muchos años más, de pura pasión y corazón Antoniano…y por sobre todas las cosas, ¡de un fútbol sin violencia!
¡Salud! Con un vino tinto y una fanta, hagamos homenaje a un grupo que no conoce de distancias en el amor…
Por Sebastian Rodriguez (Santos de Córdoba)